La auténtica salsa carbonara y un viaje a Roma imposible de olvidar

Y sí, aunque diga la auténtica salsa carbonara, probablemente alguien diga que hay algo diferente en la que probó tal vez, o que no coincide con lo que le contaron en aquel lugar… O que su intimísimo amigo italiano la prepara de forma distinta. Y es que todo tiene su explicación.

A los italianos les pasa como nos pasa a nosotros. De hecho, somos primos hermanos, y compartimos cosas buenas y malas. Ellos tienen tantas salsas carbonaras como nosotros tortillas de patata: con cebolla, sin ella, con diente de ajo, el que le añade un poco de calabacín para hacerla jugosa…

En fin, que en cada casa la elaboración puede ser diferente. Eso sí, olvídate de la nata. Eso no sé de dónde ha salido pero nanai. Como un italiano te vea echando nata a la salsa carbona lo más seguro es que te deje de hablar. Es como si un valenciano te ve poniendo gambas a la paella valenciana. ¡Echa a correr!

La vera salsa carbonara solo admite yemas de huevo, pecorino romano, guanciale, una buena pasta all’uovo, granos de pimienta y sal.

Las cantidades… realmente son orientativas… Cada uno sabe el buche que tiene. Pero lo cierto es que los italianos comen pasta y pizza y son uno de los países con la tasa de obesidad más baja. ¿En serio se pasan el día zampando pasta y pizza y son delgados?
Pues claro. Nosotros podemos comernos un plato de pasta que no lo salte un galgo, pero lo normal es comer una pequeña ración de pasta y un segundo moderado. Eso es.
Y lo repito.
RACIONES NORMALES.
Lo que se entiende por unos 56 gramos de pasta (pesada en seco) por persona y ración.

Así que, las raciones que voy a ponerte a continuación son para 4 personas. Pero para cuatro que coman pasta y algo más, no que se atiborren a carbohidratos como si no hubiese un mañana. Y te aseguro que esos 60 gr. de pasta aproximadamente con su salsa van a ser de los mejores que hayas probado jamás.

Ingredientes para los maccheroncini con la auténtica salsa carbonara:

  • 3 o 4 granos de pimienta negra
  • 225 gr. de maccheroncini (macarrones pequeños y curvados), pueden ser penne rigate o spaghetti
  • 90 gr. de guanciale o también podría ser pancetta
  • 75 gr. de pecorino romano, que puede ser parmesano
  • 4 yemas de huevo
  • sal

Preparación de los maccheroncini con la auténtica salsa carbonara:

En primer lugar, para preparar la salsa carbonara, tostamos ligeramente los granos de pimienta en una sartén. Los apartamos y molemos o picamos con la ayuda de un mortero. Cortamos a cubos pequeños el guanciale o la pancetta, y la ponemos en la misma sartén. La doramos unos minutos hasta que quede crujiente, como si fuesen torreznos.

Por otro lado, cocemos la pasta al dente y la escurrimos, reservando dos cucharadas del agua de la cocción.

En un bol, batimos las yemas con el pecorino, la pimienta molida, el aceite que haya soltado el guanciale, y un poco de sal. Añadimos una cucharada sopera del agua de la cocción y removemos bien. Ahora vertemos la pasta, escurrida, y el guanciale y combinamos. Si vemos que está muy espesa, añadimos una cucharada más del agua de cocer la pasta.

Servimos de inmediato nuestra pasta con salsa carbonara de la de verdad.

Y en cuanto al viaje a Roma…

No nos vamos a engañar. Visitar Roma es como viajar en el tiempo. La città eterna que la llaman. Aunque sinceramente, me gusta mucho más la città imperiale. Todo lo que hay en ella es tan sumamente majestuoso que asusta.

Es como una clase de terapia que te hace replantearte seriamente dónde estás, quién eres, y qué diantres haces aquí, mientras pisas suelo construido hace 12 siglos. Poca broma.

El colosseo, el foro romano, el Panteón o cualquier otro templo… Por no hablar de cuando ves la Fontana di Trevi. Bueno, las cosas como son, verla la ves poco. Entre turistas locos por lanzar la moneda, los que se creen que eso es campo para montar un picnic, o los que prefieren hacerse el álbum de vida justo ahí… Poco recorrido tiene.
Os aconsejo pasar de todos, iros a una esquina y subir una escalinata que hay para verla de frente. Nadie molesta, y tú puedes hacerle las fotos correspondientes para dejar constancia de que la has visto.

Otros monumentos o sitios de visita obligada: Piazza Navona y su despampanante oda al mármol. Si algún italiano me vio y me está leyendo (que ya lo dudo), perdonadme por ensuciar un poco más las calles con mi babeo incesante al ver semejantes obras de arte.

Y dónde comer, que nos conocemos… Os diré un par: Tonnarello, en el Trastevere. No hacen reservas y los tiempos de espera pueden ser de hora y media… Así que mejor ir a buena hora. Y Ombre Rosse. Y cómete un buen helado en Giolitti y otro en Cremeria Don Pepè, al lado del Coliseo, que ya que estás en Italia hay que aprovechar.

Con todo lo que tienes de recorrido y lo que vas a caminar (y a sudar, si vas en primavera o verano), date el gusto y disfruta del gelatto en su esplendor. No vas a encontrar muchos parecidos cuando vuelvas.

En definitiva, es un viaje que realmente me ha enamorado, tanto por la historia (aquí una fiel amante del pasado y de saber de dónde venimos) como por la gastronomía, evidentemente.

El italiano no es nada complicado, pero antes que decir una nueva frase… Prefiero tirar de tópico. Roma, ti voglio bene!

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